jueves, 7 de mayo de 2020

LAS DUDAS

No se si fueron tus ojos o tu forma de mirar.

No sé si tu sonrisa o tu manera de hablar.

No sé si me gustaste por ser guapo o porque no lo hacías notar.

No sé si decírtelo o es mejor callar.

Mira, no sé.

Qué más da.

lunes, 22 de octubre de 2018

HE'S JUST NOT THAT INTO YOU






A las niñas les enseñan muchas cosas.
Que si un niño te pega,le gustas.
Que nunca intentes cortarte el flequillo tu misma.
Y que un día conocerás a un hombre maravilloso y tendrás tu final feliz.

Cada película que vemos y cada historia que nos cuentan nos imploran que esperemos el giro del tercer acto: La declaración inesperada de amor.

A veces nos centramos tanto en el final feliz que no aprendemos a interpretar las señales, a diferenciar entre los que nos quieren y los que no; entre los que se van a quedar y los que se van ir.

Y quizá el final no incluye un tipo maravilloso: quizá el final eres tú,sola, recogiendo los pedazos y volviendo a empezar. 

Quizá el final solo consiste en seguir. O quizá este es el final feliz: Saber que a pesar de todas las llamadas y corazones rotos, a pesar de todos los errores y las señales malinterpretadas, a pesar de todo el dolor y la vergüenza, tú nunca, nunca perdiste las esperanzas.

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Qué les pasa a los hombres (2009)

sábado, 6 de octubre de 2018

YO TAMBIÉN PUEDO ESCRIBIR UNA JODIDA HISTORIA DE AMOR


Esto fue lo que soltó el escritor Carlos Salem, el Bukowski de Malasaña, dando un sonoro puñetazo a la barra del bar, cuando un amigo le comentó durante una noche de borrachera que jamás sería capaz de escribir una historia de amor bonita.

O una historia de amor a secas.

Estoy pensando en esta anécdota que dio origen al libro que estoy (re)leyendo estos días, mientras espero que me traigan el café que acabo de pedir.

La camarera, con cierto aire chulesco y mascando un chicle de menta tal y como haría un koala con una rama de eucalipto, deposita mi café en el único rincón que queda libre en la mesa entre tanto periódico abierto.

Estoy sentado en MI mesa, que da a una gran ventana desde la que puedo ver la calle Alcalá con el Retiro de fondo. Lo cierto es que no se trata de MI mesa strictu sensu, sino que existe un acuerdo tácito con el resto de camareros y parroquianos, como ocurre con el sofá de Friends del Central Perk, para que yo ocupe esa mesa cuando voy. Me la he ganado a base de cafés y gin tonics.

- Aquí tienes tu cortado- me suelta la camarera, sin mirarme, inundando el plato del café desbordante de la taza.

Odio cuando ocurre esto.

Y, como siempre, me lo han puesto a una temperatura fantástica para hervir una langosta pero no tanto para beberlo sin sufrir quemaduras de tercer grado en el esófago.

Mientras espero a que el café se enfríe , clavo la vista en la enorme ventana, tal vez por encontrar inspiración mientras veo a la gente pasar por las frías calles.

Y de pronto, el mundo se detiene en seco, y con él, el ruido del bar, los coches de la calle, la hoja que se cae de aquel árbol y el viento.

Porque estás ahí de pie, esperando un  taxi, y es como si el tiempo no hubiera pasado, o como si hubiera pasado y te hubieses estado arreglando desde aquel último día que te vi, porque estás obscenamente guapa. Ridículamente guapa. “Pongan-aquí-el-adverbio-que-quieran” guapa.

Doy un pequeño sorbo al incandescente café, sin apartar la mirada de ti, y me siento como uno de esos policías de las películas americanas, observando a través del cristal por el que puedes mirar y oír al sospechoso a punto de ser interrogado, mientras estudio tu lenguaje corporal y tu forma de ponerte de puntillas para ver si viene un taxi libre.

Y empieza el interrogatorio.

Y me pregunto qué te parecerá el nuevo James Bond, tú que fuiste siempre tan de Pierce Brosnan. Me pregunto con quién beberás las copas ahora hasta las tantas y si sigues defendiendo que DINOSAURIO es una opción perfectamente válida como animal cuando juegas al STOP.

Me pregunto si seguirás oliendo a Nivea, si continúas diciendo que has perdido el móvil de cada restaurante del que sales, si sigues siendo tan nefasta jugando a las palas y si sabes que por fin me leí el puto libro de los Pilares de la Tierra y que tampoco me gustó tanto porque cada página me recordaba a ti y que me acabó dando igual la construcción de la catedral porque yo siempre fui más de empezar las casas -y las catedrales-  por el tejado. Como aquel tejado al que te daba miedo subir pero desde el que se veía todo lo que había que ver por la noche. Y tú me preguntabas por las estrellas y yo me inventaba los nombres, las historias y el origen de cada una solo para impresionarte. Siempre fui un farsante con gracia. Pero eso ya lo sabes.

Y me pregunto si te sigue poseyendo el espíritu megalómano y conquistador de Gengis Kan cada vez que juegas al Risk. Me pregunto si te sigue gustando Viggo Mortensen, las canciones de Norah Jones y beber el café frío. Me pregunto si sigues manteniendo que el helado en tarrina es una blasfemia y el cucurucho de chocolate, una excentricidad. Me pregunto si te seguirá extrañando que me guste Tom Waits. Me pregunto si alguna vez supiste lo que me encantaba que untaras la mantequilla a las tostadas y lo bien que te quedaba el olor a pan quemado.

Me pregunto si sabes que a veces te confundo por la calle con otras chicas y se me incendia algo en el pecho. Me pregunto si sabes que cada noche de verano que salgo por Cañadío te imagino saliendo de un bar, con tu ron-cola en la mano, tan negro como tus ojos, como aquel vestido, como las piezas de ajedrez que siempre elegías y como el anillo que llevabas y que ya no llevas por lo que veo ahora con mis ojos, que no son negros ni falta que les hace porque con los tuyos nos vale, nos basta y nos sobra.

Me pregunto si sabes que soy yo el que escribe por aquí, si sigues llorando con los bodrios de Kevin Costner y si te imaginas que cada puta vez que oigo una canción de losSecretos me acuerdo de ti. Me pregunto si eres más de Facebook, de Twitter o de ninguno, si usas Blackberry o iPhone, si alguna vez has pensado que cuando te conocí no existía Youtube,  si te seguirá desesperando que no sepa jugar al mus, si tus pestañas siguen pareciendo juegos de mano de un mago y si alguna vez volverás a pedirme que te cuente historias de piratas.

Me pregunto si te acuerdas de cómo me indignaba cuando decías que preferías a Elton John antes que a Sinatra. Me pregunto si sabes que estoy convencido de que ves Gossip Girl y que jamás lo confesarías para que no te diera la brasa, tal y como te la daba por ver Sexo en Nueva York y no mis “series de intelectual”. Me pregunto si llegaste a hacerme caso y viste alguna. Y me pregunto si sabes que hace no mucho me tragué las seis temporadas de Sexo en Nueva York solo porque tú la veías. Me pregunto si sabes que no me gustó nada pero que soy mucho más de Aidan que de Big y que no soporto a la tal Miranda.

Me pregunto si te acuerdas de cuándo hablábamos andando por Madrid de vivir en Nueva York y volar a Venecia, para beber vino francés, yo disfrazado de escocés y tú de geisha japonesa. Y me pregunto a quién coño querrías engañar tú de geisha, con esa piel de aceituna que tienes. Me pregunto si sabes que ahora me encantan los toros y que me acuerdo de ti cuando voy a Las Ventas. Me pregunto si sigues apostando a los caballos más flacuchos porque te dan pena. Me pregunto si sigues tan verbenas o si eres más de quedarte en casa. Me pregunto si sabes que todas las canciones hablan de ti (menos las de Pitbull). Me pregunto si sigues presumiendo de ganar a cualquiera a un pulso chino. Me pregunto si coincidiré contigo en una boda y si me pondré nervioso al saludarte o si me dará lo mismo. Me pregunto si sabes que las dos opciones me angustian por igual

Me pregunto si sabes que no hay nostalgia peor que añorar aquello que nunca jamás sucedió.

Me pregunto si sabes que te estoy viendo por esta ventana.

Me pregunto si sabes que no te voy a saludar y que me voy a quedar aquí sentado, viendo cómo te tocas el pelo, mucho más corto que como lo llevabas aquel junio que vivimos peligrosamente juntos.

Me pregunto si sabes que la vida son dos cafés. Un café como el cortado que me acabo de tomar. Así que ya solo queda uno. Y tú te has subido a ese taxi. Y tal vez no vuelva a verte en años.

Y me pregunto si sabes que eres mi jodida historia de amor. O mi historia de amor jodida.

Nos bebemos en los bares, querida.

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Texto del blog Manual de un buen vividor de la revista Elle
Autor: Javier Aznar

lunes, 18 de enero de 2016

...

Era una noche cualquiera de un mes aleatorio. El año creo que era par. Yo estaba esperando en la estación de tren para regresar a casa. Creía haber puesto hace rato el punto final al día pero mi mirada perdida te encontró nada más que doblaste la esquina.

Disfruté del lujo de observarte durante unos segundos sin que tu te percataras de mi presencia. Seguías igual de guapo. Con tu chupa de cuero y esos andares de James Dean. Como si fueras por ahí perdonando vidas.

Miré hacia otro lado como una niña jugando al escondite, relacionando el no ver con no ser vista. Habían pasado ya dos años desde aquella noche en la que huí de ti y de tus labios pero aún tenía miedo de que tus ojos verdes me desarmaran. Una vez más.

Me viste, te acercaste y se volvió a crear esa atmósfera tan tuya y mía, que nunca llego a ser nuestra. Me sonreíste y me acariciaste la cara y yo sólo pude decirte una bordería de las mías, de las que uso cuando la situación se me va de las manos, de las que solía decirte cada vez que te veía. 

Me diste dos besos apresurados, o quizás fue uno. Yo que sé. Cogiste tu tren de vuelta y te fuiste una vez más. Yo me quedé allí parada, extraña, rara, descompuesta,rota.

No sé como lo hacías pero desordenabas todo mi universo. Lo ponías patas arriba. Justo eso fue lo qué pensé: "Desordenas mi universo". Y justo ahí, en ese mismo momento, me dí cuenta que eso era lo más bonito que una persona me había hecho sentir. Y me compadecí de mi porque sabía que nuestro único final feliz habría sido no habernos conocido jamás.



martes, 3 de junio de 2014

ELLA Y ÉL


Allí estaba ella: sentada en los viejos escalones de la universidad. Con una mano se tocaba el pelo y con la otra sujetaba un pequeño libro abierto en sus últimas páginas. Le encantaba leer. Era una de las cosas que más le gustaba hacer. Evadirse del mundo que la rodeaba durante horas y olvidarse, por momentos, de los problemas. Aún sabiendo que la vida real estaría esperándola en cuanto levantara la vista de su amigo de papel.

Estaba leyendo las lineas finales del libro cuando algo, quizá el instinto, le hizo levantar la vista. Ahí estaba él. Llevaba los pantalones vaqueros desgastados que a ella tanto le gustaban y la misma sudadera azul que llevaba el día que se vieron por primera vez. En ese mismo lugar.

Ella decidió entonces bajar la mirada,buscar refugio en las palabras impresas en tinta negra sobre las hojas de su libro. Volvió a leer esas últimas lineas y, casi sin quererlo, volvió a levantar la vista. Buscó la mirada de él. Esa mirada que tantas otras veces había encontrado. Pero la había perdido. La había perdido aquella tarde meses atrás.

Volvió de nuevo al libro intentando bloquear todos los recuerdos que le asaltaban de nuevo. Él avanzó sin siquiera mirarla aunque sabía perfectamente que ella estaba allí. Se paró a unos escasos cien metros de aquella persona que parecía no importarle nada, aquella persona a la que meses antes le había dicho "te quiero", y miro el reloj. Esperaba a alguien.

Ella continuó cabizbaja, aparentemente concentrada en su pequeño libro aunque no era capaz de terminar aquella maldita página. Leía esa última frase una y otra vez sin ser capaz de encontrarle un sentido. Él estaba allí, de pie, justo a su lado, corrompiendo su calma.

De repente oyó su nombre. Aquel nombre que ella había pronunciado tantas veces. Alzó la mirada de manera casi automática. Una chica morena avanzaba sonriente al encuentro de él. Vio como los labios que ella había besado cada día ya no le pertenecían. ¿Nunca conseguiría acostumbrarse a esa imagen? Quería llorar pero era más fuerte que todo eso.

Él había puesto un punto y aparte en su vida. Ella, con un nudo en la garganta leyó las últimas lineas de aquella página, la última página de su libro de bolsillo. Por fin, paso de página, cerró su libro y lo dejó allí: abandonado en aquellas escaleras. Para siempre.




martes, 7 de enero de 2014

HOPELESSLY DEVOTED TO GREASE

Hay películas que no te cansas de ver. Una. Diez. Mil veces. Esta es una de las mías. No es un peliculón pero he crecido con ella y sus canciones. Eso la hace especial.






jueves, 19 de diciembre de 2013

QUÉ VA A SER DE MI

Ojos hinchados y un dolor de cabeza horrible. Ayer me había dejado con una de las frases más gastadas de la historia de las relaciones ‘ya no siento lo mismo’ e irónicamente yo estaba durmiendo en el suelo, sobre el colchón que había trasladado desde mi habitación recién pintada. Cómo si la vida me estuviera diciendo: te han dejado tirada. Sí. Me había dejado tirada. Y ahora me tenía que levantar para ir a trabajar e intentar arreglar el desastre de cara que tenía como consecuencia.

Tenía todo lo que quería: una familia, un trabajo estable y una relación que yo también creía estable. No habíamos hablado de ir a vivir juntos aún pero las cosas nos iban muy bien. O eso creía yo. Ahora estaba tirada en un colchón sobre el húmedo suelo de mi casa, con los ojos rojos y preguntándome qué estaría haciendo él cuando en realidad lo que me preocupaba es qué iba a ser de mí…

...

“Estás despedido”. Esas dos palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza como las odiosas canciones que triunfan en verano. Llevaba trabajando para la misma empresa ocho años, mi jefe estaba contento conmigo o al menos eso creía y ahora, de repente estaba en el paro. ¿La causa? Según mi jefe la crisis. Maldita crisis.

Giro la cabeza y está ella. Durmiendo a mi lado. ¿Cómo le iba a decir a mi mujer que el lunes ya no volvería a trabajar? ¿Qué íbamos a hacer? Ella no es capaz de encontrar un trabajo e íbamos tirando poco a poco con mi sueldo. Sólo podía pensar en gastos: la hipoteca, el seguro del coche, la luz…

....

No puedo dormir. Mañana me gradúo. Llevo cuatro largos años esperando este momento y ahora lo que siento es miedo. Hay un enorme vacío ahí fuera y ni siquiera sé lo que voy a hacer. Encontrar trabajo hoy en día es una gran utopía y me imagino cómo en esas películas de ciencia ficción en las que el protagonista está solo en una ciudad vacía con grandes rascacielos en la que ya no queda nadie. Doy una vuelta en mi cama. Y otra. Y otra…



Tres vidas. Tres camas. Tres historias. Tres futuros inciertos. Tres puntos suspensivos.