Ojos hinchados y un dolor de cabeza horrible. Ayer me había dejado con una de las frases más gastadas de la historia de las relaciones ‘ya no siento lo mismo’ e irónicamente yo estaba durmiendo en el suelo, sobre el colchón que había trasladado desde mi habitación recién pintada. Cómo si la vida me estuviera diciendo: te han dejado tirada. Sí. Me había dejado tirada. Y ahora me tenía que levantar para ir a trabajar e intentar arreglar el desastre de cara que tenía como consecuencia.
Tenía todo lo que quería: una familia, un trabajo estable y una relación que yo también creía estable. No habíamos hablado de ir a vivir juntos aún pero las cosas nos iban muy bien. O eso creía yo. Ahora estaba tirada en un colchón sobre el húmedo suelo de mi casa, con los ojos rojos y preguntándome qué estaría haciendo él cuando en realidad lo que me preocupaba es qué iba a ser de mí…
...
“Estás despedido”. Esas dos palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza como las odiosas canciones que triunfan en verano. Llevaba trabajando para la misma empresa ocho años, mi jefe estaba contento conmigo o al menos eso creía y ahora, de repente estaba en el paro. ¿La causa? Según mi jefe la crisis. Maldita crisis.
Giro la cabeza y está ella. Durmiendo a mi lado. ¿Cómo le iba a decir a mi mujer que el lunes ya no volvería a trabajar? ¿Qué íbamos a hacer? Ella no es capaz de encontrar un trabajo e íbamos tirando poco a poco con mi sueldo. Sólo podía pensar en gastos: la hipoteca, el seguro del coche, la luz…
....
No puedo dormir. Mañana me gradúo. Llevo cuatro largos años esperando este momento y ahora lo que siento es miedo. Hay un enorme vacío ahí fuera y ni siquiera sé lo que voy a hacer. Encontrar trabajo hoy en día es una gran utopía y me imagino cómo en esas películas de ciencia ficción en las que el protagonista está solo en una ciudad vacía con grandes rascacielos en la que ya no queda nadie. Doy una vuelta en mi cama. Y otra. Y otra…
Tres vidas. Tres camas. Tres historias. Tres futuros inciertos. Tres puntos suspensivos.
![]() |