Allí estaba ella: sentada en los viejos escalones de la universidad. Con una mano se tocaba el pelo y con la otra sujetaba un pequeño libro abierto en sus últimas páginas. Le encantaba leer. Era una de las cosas que más le gustaba hacer. Evadirse del mundo que la rodeaba durante horas y olvidarse, por momentos, de los problemas. Aún sabiendo que la vida real estaría esperándola en cuanto levantara la vista de su amigo de papel.
Estaba leyendo las lineas finales del libro cuando algo, quizá el instinto, le hizo levantar la vista. Ahí estaba él. Llevaba los pantalones vaqueros desgastados que a ella tanto le gustaban y la misma sudadera azul que llevaba el día que se vieron por primera vez. En ese mismo lugar.
Ella decidió entonces bajar la mirada,buscar refugio en las palabras impresas en tinta negra sobre las hojas de su libro. Volvió a leer esas últimas lineas y, casi sin quererlo, volvió a levantar la vista. Buscó la mirada de él. Esa mirada que tantas otras veces había encontrado. Pero la había perdido. La había perdido aquella tarde meses atrás.
Volvió de nuevo al libro intentando bloquear todos los recuerdos que le asaltaban de nuevo. Él avanzó sin siquiera mirarla aunque sabía perfectamente que ella estaba allí. Se paró a unos escasos cien metros de aquella persona que parecía no importarle nada, aquella persona a la que meses antes le había dicho "te quiero", y miro el reloj. Esperaba a alguien.
Ella continuó cabizbaja, aparentemente concentrada en su pequeño libro aunque no era capaz de terminar aquella maldita página. Leía esa última frase una y otra vez sin ser capaz de encontrarle un sentido. Él estaba allí, de pie, justo a su lado, corrompiendo su calma.
De repente oyó su nombre. Aquel nombre que ella había pronunciado tantas veces. Alzó la mirada de manera casi automática. Una chica morena avanzaba sonriente al encuentro de él. Vio como los labios que ella había besado cada día ya no le pertenecían. ¿Nunca conseguiría acostumbrarse a esa imagen? Quería llorar pero era más fuerte que todo eso.
Él había puesto un punto y aparte en su vida. Ella, con un nudo en la garganta leyó las últimas lineas de aquella página, la última página de su libro de bolsillo. Por fin, paso de página, cerró su libro y lo dejó allí: abandonado en aquellas escaleras. Para siempre.
